El 19 de septiembre
de 1985 la ciudad de México fue golpeada por uno de los sismos más devastadores
de su historia. La recuperación luego de su derrumbe parcial, así como sus
cientos de víctimas, heridos y desaparecidos acompaño a toda una generación,
que aún no ha logrado cerrar este capítulo considerado como el más doloroso
para la nación entera. Así mismo, veintiséis años después, el 11 de marzo del
año 2011, frente a las costas de Honshu, en Japón, tiene su epicentro el que es
considerado “El gran terremoto de Japón oriental” provocando la generación de
un tsunami que acrecienta el poder de una de las tragedias naturales más
significativas para el pueblo japonés. ¿Cómo logran los pueblos asimilar la
condición de una catástrofe de estas magnitudes, superando con el tiempo la
adversidad y volviendo a su sistema de vida anterior? ¿Cómo pueden los pueblos
ser herederos de una memoria a partir de su propio dolor y de su propio dolor
construir su fortaleza? ¿Cuál es el
significado de la perdida y como esta pérdida puede traer consigo la unión
solidaria para fortalecer el carácter humanitario de cooperación entre las
naciones? El desarrollo de este programa de trabajo es parte del circuito de
investigación de “Teatro para el fin del mundo” en su
propósito de proveer de significación y memoria a las catástrofes naturales,
sociales y políticas de los países del mundo y se basa en la composición de una
instalación poética de carácter multidisciplinario, que rinda homenaje a la
memoria de las víctimas de los terremotos ocurridos en México y Japón en 1985 y
2011 respectivamente, poniendo especial énfasis en la resistencia colectiva de
su población para superar los efectos de este tipo de siniestros.