Los restos de una civilización bajo la escena
Fragmentos de la ponencia pronunciada en la UNAM
“Nuestras
ciudades luego de esta guerra quedaron parcialmente desechas y entre el escombro,
nuestra forma de organizarnos como resistencia consistió en buscar trincheras
de esta otra cultura emergente que comprendíamos como única. Y ahí salió el
teatro buscando refugio entre las ruinas de su propia civilización”
En el sur de Tamaulipas,
hasta hoy, la guerra aun no ha terminado. Sigue viva, engendrándose en lo
invisible, en lo cercano. Una guerra que ha dejado a la ciudad herida,
pareciera también que desarmada. Una guerra que inicio siendo contra el crimen
y hoy engendra uno de los crímenes sin precedentes en la historia de un pueblo.
En el sur de Tamaulipas,
hasta hoy, se siguen acumulando cenizas y entre las cenizas se conservan aun
los restos de cierta parte de ciudad que nos pertenecía. Caminamos y volvimos a
repasar las mismas rutas que antes seguimos sin encontrarnos. Alguien también
borro los mapas, las coordenadas, dejando solo salidas de emergencia en este
lugar.
Ruinas, restos de
civilización. Volvimos a pensar la ciudad entonces como un territorio de
sobrevivencia que debía ser reconstruido ahora ya desde el sitio en donde
concebíamos la manera de entenderle. Y la manera de entenderle era de cierto
modo desafiarla pues antes nadie nos pregunto si queríamos que nos mataran.
Nadie vino a consultarnos si era cierto nuestro gusto por el miedo, por correr
en la calle sintiéndonos perseguidos por un disparo. Nadie pregunto si era
verdadera nuestra afición de visitar el piso con frecuencia o cubrirnos detrás
de los autos, o pasar la noche bajo la cama, sin salir de casa antes de perder
sus ventanas. Nadie pregunto si era divertido sentirnos estúpidamente desprotegidos.
En medio de esta guerra
nadie vino a preguntarnos si queríamos vivir y terminamos mirándola desde nuestras
propias trincheras. Trincheras donde hoy se comprende un movimiento que supone
el fin del mundo como el principio de una reconfiguración de la cultura
emergente como respuesta a esta guerra sin memoria. Esta guerra que ha olvidado
no solo cuantos si no quienes son los muertos, los desaparecidos, los que viven
sin hablar, sin ver, sin oír los que hablan sin vivir.
Pero ni esta guerra ni
quienes la pensaron y siguen alimentándola con nuestras mujeres, nuestros
padres y nuestros hijos, han regresado a buscarnos. Dieron por hecho que
estábamos muertos. Ellos destruyeron todo y nos dejaron el cadáver de la ciudad
en los brazos. Nosotros no lo enterramos y lo que hizo nuestro teatro fue
habitarlo. Lo que hizo este teatro fue perder la tranquilidad, la calma, no la
ciudad. Lo que hicimos nosotros y este teatro fue dejar de ser víctima de esta
guerra y este juego de quienes la
articulan.
Porque lo que implica perder
la ciudad es lo que implica perdernos a nosotros mismos como ciudad. Esta ciudad
compuesta por latitudes, líneas de transito, espacios donde se habita, se
trabaja, se olvida, espacios donde se vive y vinimos a morir a las ciudades del
norte violento de este país. Y si esa muerte ya implica el desamparo, nuestro
reclamo se concibe entonces en su recuperación. No nos iremos sin ciudad. La
disposición de esta estructura que hasta hoy se conserva no contempla la reinvención
de estos sitios del abandono. La gente es olvidada como la ciudad, como la
historia. Este fin del mundo que nosotros vivimos implica la reconstrucción de
un sistema de operación para el teatro emergente de las mismas ruinas que nos
dejaron. Un teatro que desafié otra capacidad por sobrevivir también en la
defensa de un territorio que le han arrebatado. Teatro para el fin del mundo,
pretende ser un espacio entonces que aperture de manera independiente espacios
confinados a la ruina, como alternativa emergente, terminando así con el
monopolio institucional de espacios prostituidos creados por los intereses y
privilegios de la elite artística y la clase política a la que favorecen.
La
red de sedes de Teatro para el fin del mundo, es muestra de que el sistema de
ocupación, no solo es realizable si no generador de resistencias desde la
alternancia para las expresiones contemporáneas frente al contexto social critico
que sobrevive el país.
Será este fin del mundo terreno creativo y de formación, discusión, intercambio y formulación de estrategias, fortaleza para encaminar el grito, la palabra y la rabia, sea un foro de confrontaciones múltiples asumida en la naturaleza de la inclusión para los olvidados de estas ciudades violentas.